Navidad, 2º Parte
Al fin se acabó la fiesta de Navidad. Es que cada año que pasa me siento más lejana al sentido y sentimientos que embargan a todos en esta época.
Será por el consumismo exacerbado o la eterna cara de tres metros de mi mamá, pero hay algo que cada año me molesta más. Este año logré hacer que cambiaran la radio pues todos los años escucho el mismo cuento dictado por el mismo locutor que lo único que busca es sensibilizar a las personas que lo escuchan hasta un punto intratable.
Me estoy transformando en el Grinch de la Navidad.
Pero no lo estoy haciendo gratuitamente, siempre ocurre que de una consecuencia hay un cúmulo de acciones y en mi caso particular, el cúmulo de acciones enfrentadas en Navidades pasadas, hacen que cada año me guste menos.
Partamos por la cena de Navidad. Con semanas de anticipación planificamos qué comeremos esa noche, las cosas que tenemos y lo que nos hará falta, pensamos en todos los detalles para hacer de esa cena una cena especial. Pero todos los años pasa algo y fallamos, nos frustramos y al final no la disfrutamos como se supone que lo haríamos. Este año por lo menos nada falló y la cena estuvo de acuerdo a lo que habíamos planificado.
Luego tenemos la cara de tres metros de mi mamá. Nunca voy a entender por qué para ella la Navidad , Año Nuevo, Fiestas Patrias, Cumpleaños, etc, deben ser fiestas tristes donde hay que llorar y no celebrar.
Eso me pone de muy mal humor porque trato de estar feliz, de sonreir, hasta que veo su cara.
Estoy de acuerdo que celebrar que un niño vino al mundo para morir de forma tan cruel no debiera ser motivo de grandes celebraciones, pero de ahí a llorar por los rincones toda la noche…. Ufff… todo tiene su límite.
Y por ultimo los regalos. Esos regalos que nos hacen volver locos porque todo el mundo te dice que tienes que regalar, gastar mucho dinero para hacer a todos felices. El viernes trabajé hasta más tarde de lo habitual siendo vísperas de fiestas, no había comprado ni un regalo y no es que tuviera planificado gastar mucho dinero y hacer grandes compras, pero me había resignado a comprar sólo un par de cositas y ya.
Salí a las 16:30 desde Providencia sin rumbo fijo porque no tenía claro dónde pasaría a comprar. Lo que si tenía claro es que iba a tener que ser con tarjeta pues el efectivo me lo había gastado todo.
Decidí pasar al Mall Florida Center. Mala decisión.
No tuve problemas para ingresar y estacionarme, incluso puedo decir que conseguí un buen estacionamiento cerca del ascensor. Estaba más lleno de lo habitual pero eso era de esperarse pues todos corrían a comprar las ultimas cosas para los preparativos del día siguiente. Compré cosas sencillas, no muy caras, me demoré una hora en decidirme qué comprar y pasar por la caja.
Me acerqué al auto y me di cuenta que la salida más cercana estaba colapsada, así que decidí tomar la otra salida… y ahí me quedé avanzando a lo más 30cm cada cierto tiempo. Me demoré una hora en salir del dichoso estacionamiento y otra media hora en llegar a casa.
Lo normal es que no me hubiese demorado más de 15 minutos.
Me quería morir al principio y luego me resigné. Nada que hacer, devolverme, estacionarme y seguir “moleando” y comer algo por ahí o mantenerme en la fila de autos que trataban de avanzar a paso de tortuga. Decidí lo segundo pues no tenía ganas de ver más tiendas.
Ahh los regalos… esos que envueltos en lindos papeles con grandes rosas nos hacen soñar con cosas lindas que necesitamos y queremos, pero que cuando los abrimos nos encontramos con cualquier cosa que no nos sirve o que ya tenemos. Pero la cara de felicidad la tenemos que mantener en la cara para no hacer sentir mal a nadie.
Ayer por la noche no podía recordar lo que me habían regalado. Así de importante fueron las cosas que recibí. Y es una pena porque siempre he sostenido que cuando se conoce bien a la otra persona no es difícil escoger un regalo. Pero no sé por qué siempre se equivocan conmigo ¿Tan poco me conocen?
En fin, hoy ya es 26 y lo bueno de que sea 26 es que faltan 364 días para que vuelva a ser Navidad.
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