Una Historia de Amor
Hace
dos semanas salía del lugar donde vivo y me encontré en el jardín, al lado de
la acera, un pequeño perrito. Lo habían abandonado con casa, le habían dejado
agua, comida hasta un colchoncito para que durmiera. El pobre estaba atacado
por la tiña.
Mi
indignación fue grande, me fui todo el camino a la oficina pensando cómo puede
haber gente que tire a la calle a un perrito sólo porque está enfermo, de una
enfermedad que hoy día se cura en muy corto tiempo.
Me
acordé del Doménico. El Doménico era un lindo perrito que le habían regalado a
mi amiga Sara, era un Yorkshire Terrier. Un día fui a ver a Sara porque estaba
enferma, me senté en su cama y apareció el Doménico.
-
- ¡No tomes a ese perro que está hediondo!
- Pero Sara, báñalo.
- Pero Sara, báñalo.
- - No, si tiene una alergia, tengo que llevarlo día por medio al
veterinario para que le pongan una inyección…
Me
quedó como poncho la declaración que tenía una “alergia”. Coincidió que una
semana después tuve que llevar a mi perro al veterinario y le conté del
episodio.
-
- Eso le dicen a la gente, que su perro tiene “alergia” para que no los abandonen. Ese perro está con Tiña y lo están medicando.
Justamente,
dos semanas después, el Doménico no tenía nada.
Recordé
ese episodio, me enojaba cada vez más porque habían abandonado al perrito casi
frente de donde vivo. Me llamaba la atención una sola cosa: ¿Por qué lo habían
abandonado con casa, agua y comida?
Esa
tarde regresé y me acerqué al guardia para preguntarle si habían visto quién
había abandonado al cachorro
-
- No, señorita, nadie abandonó al cachorro. Un veterinario preguntó si
lo podía dejar aquí un par de semanas mientras se recupera de la tiña. Lo viene
a ver dos veces al día y le hacen las curaciones. Nos pidió que le avisáramos
si veíamos algo raro. No lo puede tener en la clínica para que no contagie al resto. Él lo recogió de la calle.
Se me
volvió el alma al cuerpo. Desde ese día veo como vienen muchas personas a ver
el estado de salud del perrito, hombres, mujeres y niños llegan en sus autos,
le traen comida, le cambian el agua, limpian el lugar. Entre ellos viene el
veterinario y la futura dueña quien, en cuanto esté de alta, se lo llevará a un
nuevo hogar.
Historias
de amor hay muchas. La que les acabo de contar es muy simple y no deja de ser
curiosa, pero es mi regalo hoy día, este 14 de febrero que, para varear, sigo
sola. Como siempre.
Comentarios