El Bikini

No era un bikini a lunares amarillo, tampoco era la chica del bikini azul.

Era simplemente la Jupi en un bikini negro la que revolucionó las portadas de los diarios, más que nuestra primera mandataria.

¿Por qué? Simple, porque se le ocurrió usar esa prenda para darse un chapuzón en las aguas de Costa do Sauipe.

De ahí en adelante la historia es bien conocida por todos, se crearon grupos de apoyo al uso de dicha prenda en mujeres maduras y no tanto. Entonces comencé a recordar cuándo fue la primera vez que usé bikini.

Nunca me dejaron usar bikini porque, según mi hermana mayor, yo estaba muy gorda para eso (yo pesaba en aquella época 50 kilos... cuando estaba gorda pesaba 52). Ella tenía uno negro con calipso y yo la envidiaba porque, según lo que yo creía, se veía estupenda. El día que ese traje de baño quedó en desuso, me lo puse y fui a ver a una amiga para que me dijera cómo me veía.

No debo haber tenido más de 15 ó 16 años y me moría de verguenza. Jamás lo usé en público, nunca fui a la piscina ni menos a la playa con él.

Tuvieron que pasar 10 años más para que yo me atreviera a comprar mi primer bikini. Recuerdo que fui a una tienda afamada en el rubro y me lo compré negro con diseños atrigrados pero en colores que iban de los azules, pasando por el verde, amarillo y rosado. Era lindo o eso pensaba yo.

Después me compré uno color sandía que me encantaba y es con el que mejor me he sentido. Me fui de vacaciones a La Serena con unos amigos y me hice de uno color calipso. De ahí en adelante siempre tuve bikinis. Para qué decirles la cantidad que me traje de mi primer viaje a Brasil... había una tiendita cerca del hotel donde uno iba y los compraba por separados la parte de arriba de la de abajo, compré varios de colores combinables entre si.

Luego subí de peso y se acabaron los bikinis... se acabaron los trajes de baño para mi. Tanto así, que me gasté un ojo de la cara en un traje de baño completo que prometía reducir una talla, hacer cintura, levantar gluteos y pechugas, en fin, hacerte ver como una Barbie. Tan caro me costó, que dejé instrucciones expresas que me tienen que enterrar vestida con él, con la revista argentina donde sale mi entrevista y las botas vaqueras que me compré en Uruguay.

Bueno, el año pasado, después de haber bajado varios kilos, me atreví con un trikini que no usé sino hasta fin de año, justo un par de semanas antes que apareciera la Jupi haciendo portada.

La Jupi me hizo recordar que, sin importar lo gorda o flaca que esté, siempre van haber hombres interesados en mi, sin importar mi contextura, sin importar si estoy gorda o flaca, sin importar cuán flácido esté mi abdomen o cuánta celulitis tenga.

El verano se hizo para gozarlo con el traje de baño que a uno más le acomode. Si siempre me acomodó usar bikini ¿por qué dejar de hacerlo?