Insomnio

Es difícil avanzar sin pensar en el pasado, sobre todo cuando ese pasado aún duele. Es que las implicancias de una traición me persiguen hasta el día de hoy, más doloroso aún saber que las personas que me traicionaron eran mis amigas, esas amigas inseparables, perfectas, de una sola línea que uno raramente encuentra en este mundo.

La espina que tengo clavada no se me sale, no por la traición en sí sino por quienes me traicionaron.

Lamentablemente uno no puede dar paso atrás y rehacer lo andado, ya está hecho, las personas que me dañaron ya lo hicieron. Las ganas de no volver a cometer los mismos errores se apoderan de mí en forma vertiginosa, provocando una sucesión de inseguridades, pena y aflicción que no me han dejado dormir tranquila en las últimas semanas.

Me doy vueltas en mi cama sin poder conciliar el sueño, abro los ojos en la mitad de la noche sólo para descubrir que aún no ha amanecido y que debo seguir durmiendo. Otra vuelta más en la cama, otro pensamiento más que me embarga y me envuelve en dolor hasta el amanecer.

Hasta que, finalmente, después de dos semanas de insomnio, de preguntas sin respuestas, tomé una decisión: Seguiré mi andar sin él.

Ya sé que puede sonar doloroso, pero no lo es tanto. Guardaré en mi corazón como si fuera un cáliz de oro el recuerdo de este mes maravilloso que la vida me regaló a su lado. Recordaré su risa, sus lágrimas, sus palabras, su mirada.

Al fin y al cabo la felicidad es sólo un instante en nuestras vidas, si uno sabe reconocer cuáles han sido o son esos instantes, se puede vivir hasta la muerte recordando una y otra vez esa felicidad y volver a tenerla.

Cierro mis ojos, recuerdo su mirada, sonrío y soy feliz otra vez.