Cita a ciegas
Todos hemos ido alguna vez en nuestra vida a una cita a ciegas.
Pues ocurre que yo he ido a varias, buenas, regulares, malas y muy malas.
Recuerdo la primera, se las cuento pero no se rían... ahí va... fue hace ya unos cuantos años, yo calculo unos 5 años atrás, quedé de juntarme con el muchacho en cuestión (no me pregunten nombres que no tengo tantas neuronas) en el Drugstore en Providencia un viernes en la tarde. Por esas cosas de la vida se me ocurrió preguntarle cómo iba vestido para poder reconocerlo: sweater azul y jeans. Perfecto, pensé y le dije más o menos como andaba yo vestida. Me instalé estratégicamente para verlo de lejos, de pronto, apareció... con zapatillas blancas relucientes recién compradas... horror!!!!... salí corriendo del lugar sin mirar atrás, a pesar que lo escuché llamarme, aparentemente me reconoció, pero yo no estaba ni al medio. Sorry, pero la apariencia sí importa y mucho.
Debo aclarar que esa ha sido la única vez que he dejado plantado a alguien, a pesar que en otras ocasiones no me ha gustado a quien tengo enfrente, siempre pienso en lo cruel que fui aquella vez y me prometí no volver a hacerlo.
Este año he ido a dos citas a ciegas: la primera con un abogado loco que me hartó porque consideraba que yo tenía algún cartel por ahí que decía "llegar y llevar", les juro que nunca me había topado con alguien así, con una sola palabra en la frente: sexo... y, aunque ustedes no lo crean, no podía entender que yo no quisiera irme a la cama con él. Me prometí no volver a salir jamás con un abogado.
No escupas al cielo que te puede caer en la cara, dicen por ahí...
Obvio que es cierto lo que están pensando: volví a salir con un abogado.
Pero este sí que es haaarto distinto al anterior, muchísimo más caballero, la conversación jamás pasó por el sexo y, lo más importante después de muuuucho tiempo que no me pasaba, ¡¡¡él pagó la cuenta!!!
Ya sé que les suena extraño, pero esto de ser una mujer independiente hace que los hombres olviden que de vez en cuando es bueno que nos inviten sin tener que pagar el 50% de la cuenta, nos hace sentir bien, halagadas, más mujeres...
¿Quieren saber qué más pasó?... no sé si se los voy a contar, por ahora me voy a ahorrar las palabras diciendoles que lo pasé super bien y que el muchacho besa muy bien.
Pues ocurre que yo he ido a varias, buenas, regulares, malas y muy malas.
Recuerdo la primera, se las cuento pero no se rían... ahí va... fue hace ya unos cuantos años, yo calculo unos 5 años atrás, quedé de juntarme con el muchacho en cuestión (no me pregunten nombres que no tengo tantas neuronas) en el Drugstore en Providencia un viernes en la tarde. Por esas cosas de la vida se me ocurrió preguntarle cómo iba vestido para poder reconocerlo: sweater azul y jeans. Perfecto, pensé y le dije más o menos como andaba yo vestida. Me instalé estratégicamente para verlo de lejos, de pronto, apareció... con zapatillas blancas relucientes recién compradas... horror!!!!... salí corriendo del lugar sin mirar atrás, a pesar que lo escuché llamarme, aparentemente me reconoció, pero yo no estaba ni al medio. Sorry, pero la apariencia sí importa y mucho.
Debo aclarar que esa ha sido la única vez que he dejado plantado a alguien, a pesar que en otras ocasiones no me ha gustado a quien tengo enfrente, siempre pienso en lo cruel que fui aquella vez y me prometí no volver a hacerlo.
Este año he ido a dos citas a ciegas: la primera con un abogado loco que me hartó porque consideraba que yo tenía algún cartel por ahí que decía "llegar y llevar", les juro que nunca me había topado con alguien así, con una sola palabra en la frente: sexo... y, aunque ustedes no lo crean, no podía entender que yo no quisiera irme a la cama con él. Me prometí no volver a salir jamás con un abogado.
No escupas al cielo que te puede caer en la cara, dicen por ahí...
Obvio que es cierto lo que están pensando: volví a salir con un abogado.
Pero este sí que es haaarto distinto al anterior, muchísimo más caballero, la conversación jamás pasó por el sexo y, lo más importante después de muuuucho tiempo que no me pasaba, ¡¡¡él pagó la cuenta!!!
Ya sé que les suena extraño, pero esto de ser una mujer independiente hace que los hombres olviden que de vez en cuando es bueno que nos inviten sin tener que pagar el 50% de la cuenta, nos hace sentir bien, halagadas, más mujeres...
¿Quieren saber qué más pasó?... no sé si se los voy a contar, por ahora me voy a ahorrar las palabras diciendoles que lo pasé super bien y que el muchacho besa muy bien.
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