Zapatos, zapatos y más zapatos...


Soy adicta a los zapatos. Creo que los zapatos y las carteras son mi adicción.
No hace mucho regalé más de 10 pares de zapatos y aún me quedó una cantidad similar... sólo de verano, no he contado los de invierno. Fue entonces cuando prometí no comprar más zapatos, a menos que los necesitara claro...

Pues bien, después de eso el diablo ha tratado infructuosamente de tentarme y ha puesto frente a mi miles de vitrinas con zapatos maravillosos de todos los colores, tamaños y estilos... estuve a punto de caer un día que iba con mi hermana mayor y vi un lindo par de zapatos verdes (color que no tengo por lo demás) pero me salvó el que no hubiese de mi número. Después de eso, durante mis vacaciones, volví a tener frente a mí otro par de zapatos verdes... tampoco me dejé tentar y me volví sin ellos.

Pero volví a Santiago y me topé con un par de zapatos negros, en punta muy fina, con un taco medio semi-aguja, obvio que me los compré... sucumbí a la tentación del precio...

Ahhh!!!! Maldita sociedad de consumo!!!!

Pero ayer me ví enfrentada a algo mucho peor: necesito un par de botines café para los días de lluvia. Me explico: el uniforme de invierno de la oficina requiere zapatos café pues uno es en tono marrón y el otro verdoso... no me puedo poner zapatos negros y tengo botas y botines negros, sólo un par de zapatos (hermosos por lo demás) de gamuza café, pero la gamuza no aguanta el agua... He ahí mi excusa perfecta para comprar botines café.

El jueves en la mañana me enteré de una gran venta de fábrica de la marca Gacel... yo tenía que ir... el jueves me desesperé buscando quien me llevara, lo mismo el viernes, entonces decidí que el sábado era el gran día...

Almorcé lo más rápido que pude y partí al otro lado de Santiago a buscar los tan ansiados zapatitos de ballet... cuando llegué me encontré con una fila de una cuadra para entrar, entonces pensé que todo era válido para encontrar esos botines en punta con taco finito, lindos como yo los quería. Me hice de ánimo y me instalé en la cola mientras escuchaba a las viejas que se quejaban diciendo que ya no quedaban zapatos tallas 37 a la 40.

"Bien!" Pensé, yo calzo 35 ó 36 dependiendo de la horma.

Después de unos 10 minutos me encontré ya bajando los escalones para entrar al templo de los zapatos... ¡¡¡qué desilusión!!!... el lugar era lúgubre: como un pub a las 06:00 de la mañana: todo desordenado, la mitad de las cosas en el suelo, las mujeres sentadas por cualquier lugar probándose zapatos, bolsas de empaque por doquier y el olor... bueno, ya se lo pueden imaginar.

Lo primero que hice después del golpe inicial fue mirar qué era lo que realmente había: Zapatos arrumbados en grandes cajones pedían ser llevados, el problema es que no había nada de mi gusto, eran todos con las puntas cuadradas y grandes tacones que más se asemejaban a zapatones militares que a zapatitos de ballet... salí frustrada, pero con un par de botas largas que le gustaron a la Chabela.

Al fin y al cabo, no podía salir con las manos vacías...

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