Viejas Compañeras
El sábado acompañé a mi hermana mayor al mall, le hago el quite a ir en las tardes porque se llena de gente y no me gustan las aglomeraciones, a pesar que me encanta comprar, ver las vitrinas... eso tiene un efecto relajante en mi, pero sólo cuando hay poca gente.
Entramos a una de las tiendas grandes y, de pronto, saliendo por entre medio de la ropa vi a la Paola... pantalones blancos ajustados, parka blanca de esas que te hacen parecer botellita de Fanta abrochada también y su típico moño doblado hacia arriba.
Rápidamente me escondí en un colgador porque no estaba ni al medio en saludarla, pensé en llamar a la Moira pero me contuve, lo más probable es que me iba a mandar a la punta del cerro por llamarla para eso...
Escondida ahí recordé los tiempos en que teníamos que ir a su casa porque siempre la prestaba para hacer los trabajos y, aunque no nos gustaba, ibamos pues era la única que en aquella época tenía computador e impresora. Tantas tardes encerrada en su pieza con un Manquehuito en la mano derecha y en la izquierda los libros y cuadernos tratando de hacer algo por la vida... La Slavia tirada en la cama, la Shalom en el computador y ella... bueno, ella viendo a las niñitas.
Recuerdo muy bien el último día que me subí a su auto de vuelta de clases: llovía mucho y estaba inundada la calle (cuando no...) ibamos la Slavia, la Moira, la Sara y yo rezando por que se apiadara de nosotras y nos fuera a dejar a la casa, pero no ocurrió así: me dejó donde el agua llegaba a la cuneta lo que me obligó a mojarme hasta las rodillas para poder cruzar y tomar colectivo a mi casa... a la Sara y a la Moira las dejó en un paradero donde el agua también llegaba a la cuneta, se pasaron casi dos horas paradas arriba del asiento del paradero para tomar algo y no mojarse con el paso de los autos... a la Slavia le fue un poquito mejor, pero igual se mojó.
Pero Dios es sabio... el auto se le quedó en pana antes de llegar a su casa así que se mojó igual o peor que nosotras, además que le costó el arreglo de auto que no le salió muy barato que digamos, pero eso a ella no le importaba, total, pagaba el Moncho...
Esa fua la última vez que Vicuña Mackena escuchó nuestras voces en cuello al ritmo de Rafaella Carrá arriba de un Suzuki Vitara, que terminó en Guatara...
Entramos a una de las tiendas grandes y, de pronto, saliendo por entre medio de la ropa vi a la Paola... pantalones blancos ajustados, parka blanca de esas que te hacen parecer botellita de Fanta abrochada también y su típico moño doblado hacia arriba.
Rápidamente me escondí en un colgador porque no estaba ni al medio en saludarla, pensé en llamar a la Moira pero me contuve, lo más probable es que me iba a mandar a la punta del cerro por llamarla para eso...
Escondida ahí recordé los tiempos en que teníamos que ir a su casa porque siempre la prestaba para hacer los trabajos y, aunque no nos gustaba, ibamos pues era la única que en aquella época tenía computador e impresora. Tantas tardes encerrada en su pieza con un Manquehuito en la mano derecha y en la izquierda los libros y cuadernos tratando de hacer algo por la vida... La Slavia tirada en la cama, la Shalom en el computador y ella... bueno, ella viendo a las niñitas.
Recuerdo muy bien el último día que me subí a su auto de vuelta de clases: llovía mucho y estaba inundada la calle (cuando no...) ibamos la Slavia, la Moira, la Sara y yo rezando por que se apiadara de nosotras y nos fuera a dejar a la casa, pero no ocurrió así: me dejó donde el agua llegaba a la cuneta lo que me obligó a mojarme hasta las rodillas para poder cruzar y tomar colectivo a mi casa... a la Sara y a la Moira las dejó en un paradero donde el agua también llegaba a la cuneta, se pasaron casi dos horas paradas arriba del asiento del paradero para tomar algo y no mojarse con el paso de los autos... a la Slavia le fue un poquito mejor, pero igual se mojó.
Pero Dios es sabio... el auto se le quedó en pana antes de llegar a su casa así que se mojó igual o peor que nosotras, además que le costó el arreglo de auto que no le salió muy barato que digamos, pero eso a ella no le importaba, total, pagaba el Moncho...
Esa fua la última vez que Vicuña Mackena escuchó nuestras voces en cuello al ritmo de Rafaella Carrá arriba de un Suzuki Vitara, que terminó en Guatara...
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