De Niña Buena a Niña Mala
Volví a
Chile esperando el minuto exacto de pegar el zarpazo, claro que me pasé de un
estado a otro con la rapidez del rayo: un día me sentía fuerte, el otro era una
debilucha incapaz de hacer algo. Supongo que es algo normal en personas que
están sufriendo una decepción y que además se encuentran en un nivel alto de
stress.
La
Pequeña Sicópata se calmó un tiempo, casi no hablaba conmigo pero mantenía el
contacto a través de las redes sociales. Justamente fue a través del odiado
Facebook que comencé a sospechar que ella había sido algo más de él. Cada
persona tiene sus frases, su sello de raza y Mister Right tenía varias. Ella
las usaba, eso fue lo que me hizo click.
Llegó
Semana Santa, ella se fue a Concepción, él no sé a dónde y yo en Santiago. El
Domingo de Ramos entré a fisgonear al Facebook de él cuando me topé por
casualidad con una foto donde salía él con su novia en una actitud bastante
divertida: mostrando la lengua.
Fue el
instante, el chispazo que te abre la mente, los sentidos y a la Sicópata que
toda mujer lleva dentro. Pasé de niña buena a niña mala en dos segundos.
¿Qué
pasaría si a la Pequeña Sicópata le llegara de verdad un correo anónimo con una
foto de ellos? ¿Su actitud la delataría?
Bajé la
foto al notebook. En dos minutos había creado un correo falso y se la estaba
enviando con un simple enunciado “¿A quién le saca la lengua?” Nada ofensivo,
no era bullying ¡Era perfecto!
Ni
pestañeé para hacer click y enviarlo. Apagué mi notebook, me di media vuelta y
me dormí. Jamás sentí el teléfono volviéndose loco a las 2 AM con mensajes de
esta niñita molesta por lo que le había llegado. Tan molesta estaba que incluso
le envió a la nueva novia mensajes diciendo que le habían llegado más anónimos
y armando un tremendo escándalo. Le reenvió el correo a él, le reclamó que cómo
era posible lo que estaba pasando y bla, bla, bla.
Hizo
exactamente lo que yo esperaba que hiciera y que nunca antes había hecho:
asustarse.
Le contesté
los mensajes a las 07:30 AM, me reenvió los mensajes que le había enviado a
ella y comenzó con el cuento que justo estaba con un amigo de la PDI del área
del Cibercrímen y que estaban tratando de identificar la IP desde donde había
sido enviado. Obvio, era mentira, pero no me interesaba que no supiera que
había sido yo. Por el contrario, quería ser yo quien se lo dijera para ver su
reacción.
Creo
que se quedó helada cuando le dije “tontita, deja de hacer escándalo, fui yo
quien te lo envió” Se demoró bastante en contestar y preguntar por qué lo había
hecho. La respuesta era obvia, porque había descubierto que ella era quien
realmente estuvo siempre detrás de todas las intrigas, todos los anónimos,
todas las llamadas falsas y mintiéndole a él y a mí en forma descarada,
aprovechando su amistad con la nueva novia para revolver todo y manejarlo a su
favor.
Después
de eso me quedé tranquila.
Cuando
le conté todo lo que había pasado a la Cata (mi amiga, la que me lo presentó
hace años ya) no lo podía creer, estaba en shock tratando de entender cómo una
mujer puede ser tan mala. Me insistió que le hiciera a llegar todas las pruebas
que tenía pues me había guardado todas las conversaciones que tuve con ella,
menos la telefónica. En su minuto imprimí todo, lo tenía en un sobre, listo
para dejárselo en la conserjería de su edificio pero me detuve.
Él no
quería saber nada de mí, desde principios de Febrero que no me dirigía la
palabra. Entonces pudo más mi orgullo. Decidí cerrar ahí el tema, ya estaba
tranquila y sabía quién era la intrigante y si él no era capaz de darse cuenta,
pues era su problema.
Pero él
hizo algo que enfureció a mi amiga Cata: la eliminó de sus contactos. Eso a
ella no le gustó porque ella jamás se metió en este tema, nunca filtró
información de ni un lado y tampoco nunca tuvo claro cómo y en qué consistía
nuestra relación. Ella sólo pecó de habernos presentado y de conocernos a
ambos. Furiosa me llamó y me pidió el número de teléfono para hablar con él.
Al poco
rato me llamó y me dijo que él quería las pruebas que yo tenía, ella le explicó
que no estaba dispuesta a entregárselas pues no me había creído y eso me había
dolido. Le pidió interceder por él porque de verdad quería ver esas pruebas.
Me tomé
mi tiempo y se las envié por correo. No había enviado el último cuando mi
teléfono sonó: era él dándome las gracias. “Gracias! Gracias Totales!” ¿No
podía decirme gracias solamente? ¡Tan manoseada que tienen la frase de Ceratti!
Pero
habían pasado varios meses, ya no era la tontita sumisa que se derretía cuando
lo escuchaba o que sonreía cada vez que me llegaba un correo. Las cosas habían
cambiado y yo también.
Lo subí
y bajé por imbécil, porque si hubiese hecho caso a lo que le dije el día martes
12 de febrero cuando le dije que cualquier cosa rara que le llegara en mi
nombre, se tomara la molestia de preguntarme directo a mi por teléfono y por
ningún otro medio. Pero no lo hizo, le fue más fácil creerle a la Pequeña
Sicópata y a su actual novia que creerme a mí, que me conocía desde hacían 7
años y con quien se había ido a la cama mil veces antes que con esas otras dos.
Me
acuerdo y me da rabia. Me contó la verdad de la niñita, cuantas veces había
estado con ella y la forma como ella se había arrastrado frente a él. Incluso
me mandó los mensajes donde ella desesperada se le ofrecía en bandeja. Nada de
eso me sorprendió, ya había descubierto por mis propios medios qué era lo que
la empujaba a crear toda la intriga.
Así fue
como cerré la última página del libro para siempre, le puse la lápida por mi
lado. Aunque por su lado no fue tan así.
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