Cosas de la Vida

Ha pasado más de un mes desde la última vez que escribí. Pido las disculpas correspondientes, no era mi intención pero algunos acontecimientos de los cuales no haré referencia, me hicieron detenerme en el camino.


A veces la vida nos pone frente a situaciones incómodas sobre las cuales no sabemos muy bien cómo comportarnos y menos cómo enfrentarlas.


En fin, pasemos la hoja sobre el tema y vamos a lo sustancial. 


Logré irme al fin de vacaciones con mi amiga Juez. Nos fuimos al Sur, no tan al Sur pero bastante más al Sur de lo que había cruzado desde el año 1996, año en el cual juré no volver al Sur de mi país. Claro, en esa época yo me refería a la X Región y en esta ocasión llegué a la VII Región, El año 96 traté de irme a vivir a Valdivia, mi ciudad natal, pero distintos problemas familiares me lo impidieron. Volví a Santiago y desde entonces se escribió otra historia, a lo mejor no la historia que en esa época yo quería, pero ha sido entretenido.


Lo pasé bien, recorrí harto, no sé si descansé pues me dio un ataque de insomnio que me tuvo durmiendo muy mal durante casi una semana, pero aún así descanse bastante y cambié la rutina, eso creo yo que era lo principal: cambiar la rutina.


El regreso al trabajo no fue para nada traumatico, no es que yo sea trabajólica, pero después de un par de semanas fuera de mi rutina habitual, como que algo me falta y comienzo a desesperarme sin encontrar nada que hacer. Así que fue bueno volver.


Me encontré con la misma resistencia de siempre, las peleas a la orden del día y las mismas personas de siempre que reman para otro lado, buscando desestabilizar otros departamentos. Es una pena que no se den cuenta que si todos vamos para el mismo lado, llegamos más rápido, nos cansamos menos y somos más felices. Pero hay personas que gozan viendo los sufrimientos de otras, viendo los fracasos y aún cuando sean arrastrados en este fracaso, son felices.


No los puedo entender, si no hay nada mejor que ser feliz. O por lo menos sentirse feliz.


Este largo fin de semana estuve una noche donde mi amiga Jazmin, hacía tiempo que no la veía ni a ella ni a sus hermanos. Estuvo mi hermana mayor también. Hacía casi un año más o menos que no la veía, Ella calculó un año, pero la verdad es que se olvidó que en Diciembre nos habíamos visto para la graduación de la Catalina. La encontré ¿cómo decirlo? No puedo encontrar las palabras exactas, pero creo que estaba algo hiperventilada por decirlo de alguna forma.


Dentro de las conversaciones se tocó el eterno tema de la calidad de vida. Ella siempre ha sostenido que jamás volvería a vivir en el sector donde yo vivo porque no le da calidad de vida debido a la distancia que tiene que recorrer hacia el trabajo. Esto me hizo pensar mucho y me di cuenta que, a pesar que ella vive más cerca de su trabajo, su calidad de vida es inferior a la mía.


La calidad de vida no se mide por la distancia y tiempo que te demoras en recorrer hacia tu lugar de trabajo, ni se mide en la cantidad de tiempo extra que puedes estar en tu hogar, se mide por la forma como disfrutas llegar a tu casa.


Si tienes un lindo departamento, con una hermosa vista pero no eres capaz de llegar y admirar la escena de los altos edificios en el crepúsculo, ya no tienes nada.


Puede que me demore más que ella en ir y volver a mi casa, pero yo llego admirando la tranquilidad, escuchando los pájaros cantar, la vista de la cordillera de los Andes al atardecer cuando cambia unas 7 veces de color. Sin importar si tengo que llegar a cocinar, a lavar, a planchar, sin importar nada de lo que tenga que hacer, el poder disfrutar de lo que me rodea me da una calidad de vida mucho mayor de la que puede tener una persona que vive al lado de su trabajo.


Mi vida en mi casa, con el entorno que tengo y con todo lo que ello conlleva, no lo cambio por nada.

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