¡¡Qué Fome!!
Anoche estuve con algunas de las Divinas.
Cada vez que me junto con ellas, llevo todos mis sentidos alerta porque voy aprendiendo lecciones muy importantes de vida.
Es cierto, son experiencias ajenas, pero por Dios que son fuertes e importantes para mí. Cuando las oigo contar sus historias, se me pone la piel de gallina: son historias de penas más que alegrías; sin embargo, siempre hay un final feliz, una lección que sacar o una risa que dejar salir.
Me alegro mucho poder ser el nexo entre ellas, mantenerlas unidas es una ardua tarea pero la hago feliz cuando veo los resultados.
Se me pasaron un poco las copas, claro, como no me iba a pasar si no había comido nada desde el almuerzo y me puse a tomar mojito. Como llegué más temprano que el resto, había pensado comer algo, pero después consideré mi dieta y desistí.
Error… debí comer… Aparte de haber llegado medio doblada a la casa, desperté de madrugada con hambre y acidez producto del limón. Cuando sonó el despertador no quería levantarme, feliz me habría quedado una horita más dando vueltas por la cama.
En fin, los pobres tenemos que trabajar y los pecadores tenemos que asumir las consecuencias de salir a tomar con el estómago vacío.
El fin de semana pasado saqué a pasear a mi papá. Es raro cuando él pide que yo maneje, lo normal es que lo haga él. Pero estaba cansado y quería que lo pasearan. Me hizo dar una vuelta maratónica por Santiago: de la casa a La Dehesa, de ahí por la cuesta Sor Teresita para luego entrar a la Costanera Norte hasta Vespucio Sur (frente al aeropuerto), como la vuelta le estaba saliendo entretenida, me hizo ingresar por la Alameda y dar un par de vueltas por el centro antes de enfilar por fin de vuelta para la casa.
3 acotaciones de mi tour: durante la travesía por la Costanera Norte se me durmió el pie sobre el acelerador (demasiado largo y aburrido); lo otro, no tuve ninguna queja de mi papá hasta que comencé a bajar a toda velocidad la cuesta Sor Teresita, ahí me pegó un grito suave “más despacio”, le dio miedo… Por último, menos mal que cuando ya llegábamos a la casa se le ocurrió pasar a tomar un pisco sour, estaba muerta de sed.
Como pueden ver, este último tiempo lo he pasado entre mi familia y mis Divinas. Ha sido tiempo tranquilo, de paz, de pensar en las personas que me rodean y tratar de ayudarlas cuando se puede.
Acá en la oficina las cosas siguen iguales: lentas. Mi jefe se fue a otra sucursal y lo hecho mucho de menos. Mi otro jefe se fue a otra oficina y también lo hecho de menos, claro que ahora tengo más excusas para ausentarme de mi sitio e ir a verlo, pero no es lo mismo.
Las cosas en esta época del año son tan lentas, que me entretengo viendo la cámara en vivo del Canal de Panamá, los barcos entran, desaguan las exclusas, los tiran, se llenan las exclusas, vuelven las guías que los tiran y así se pasan el día y mi día.
¡¡Qué fome!!
Cada vez que me junto con ellas, llevo todos mis sentidos alerta porque voy aprendiendo lecciones muy importantes de vida.
Es cierto, son experiencias ajenas, pero por Dios que son fuertes e importantes para mí. Cuando las oigo contar sus historias, se me pone la piel de gallina: son historias de penas más que alegrías; sin embargo, siempre hay un final feliz, una lección que sacar o una risa que dejar salir.
Me alegro mucho poder ser el nexo entre ellas, mantenerlas unidas es una ardua tarea pero la hago feliz cuando veo los resultados.
Se me pasaron un poco las copas, claro, como no me iba a pasar si no había comido nada desde el almuerzo y me puse a tomar mojito. Como llegué más temprano que el resto, había pensado comer algo, pero después consideré mi dieta y desistí.
Error… debí comer… Aparte de haber llegado medio doblada a la casa, desperté de madrugada con hambre y acidez producto del limón. Cuando sonó el despertador no quería levantarme, feliz me habría quedado una horita más dando vueltas por la cama.
En fin, los pobres tenemos que trabajar y los pecadores tenemos que asumir las consecuencias de salir a tomar con el estómago vacío.
El fin de semana pasado saqué a pasear a mi papá. Es raro cuando él pide que yo maneje, lo normal es que lo haga él. Pero estaba cansado y quería que lo pasearan. Me hizo dar una vuelta maratónica por Santiago: de la casa a La Dehesa, de ahí por la cuesta Sor Teresita para luego entrar a la Costanera Norte hasta Vespucio Sur (frente al aeropuerto), como la vuelta le estaba saliendo entretenida, me hizo ingresar por la Alameda y dar un par de vueltas por el centro antes de enfilar por fin de vuelta para la casa.
3 acotaciones de mi tour: durante la travesía por la Costanera Norte se me durmió el pie sobre el acelerador (demasiado largo y aburrido); lo otro, no tuve ninguna queja de mi papá hasta que comencé a bajar a toda velocidad la cuesta Sor Teresita, ahí me pegó un grito suave “más despacio”, le dio miedo… Por último, menos mal que cuando ya llegábamos a la casa se le ocurrió pasar a tomar un pisco sour, estaba muerta de sed.
Como pueden ver, este último tiempo lo he pasado entre mi familia y mis Divinas. Ha sido tiempo tranquilo, de paz, de pensar en las personas que me rodean y tratar de ayudarlas cuando se puede.
Acá en la oficina las cosas siguen iguales: lentas. Mi jefe se fue a otra sucursal y lo hecho mucho de menos. Mi otro jefe se fue a otra oficina y también lo hecho de menos, claro que ahora tengo más excusas para ausentarme de mi sitio e ir a verlo, pero no es lo mismo.
Las cosas en esta época del año son tan lentas, que me entretengo viendo la cámara en vivo del Canal de Panamá, los barcos entran, desaguan las exclusas, los tiran, se llenan las exclusas, vuelven las guías que los tiran y así se pasan el día y mi día.
¡¡Qué fome!!
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