Al rescate

El fin de semana pasado fue un ir y venir espantoso, me ví envuelta en un torbellino de problemas, de palabras malintencionadas y de situaciones que no me correspondían pero, estoy segura, que muchos de ustedes habrían tomado como suyas porque, sea como sea, la sangre tira más que cualquier otra cosa en este mundo.

Partamos con el viernes: ese día tenía una comida importante, era la despedida de Roberto. Roberto fue una de las personas a las que mayor confianza le entregé dentro de la oficina. Su partida, lejos de entristecerme, me alegró mucho porque marca un inicio para él, una nueva vida en la cual espero le vaya excelente.

Pero, como no todo es bueno, esa noche mi amigo aquel de la oficina se atrevió a decir en público lo que opinaba de mi vida privada. ¿Qué se tiene que venir a meter él? ¿Hace cuánto me conoce? ¿Apenas un par de meses y ya se siente con la confianza suficiente para opinar a viva voz y delante de cualquiera sobre mi? Lo tuve que parar en seco y desde entonces que trato que nuestra realción sea meramente laboral. Realmente se le pasó la mano. Mala hora cuando se les ocurrió llevarlo a trabajar cerca mío. Primero lo tenía pegado a mi espalda mañana y tarde, para después venir a opinar sobre cosas que no le corresponden.

Como si yo anduviera diciendo en público lo que pensaba de ser cuarentón, solterón y más encima con dos cabros chicos... Es que si la Moira o la Cata, inclusive mi hermana mayor, viene y me da su opinión con respecto a mi vida privada, lo más probable es que, mínimo, las voy a escuchar, y hasta puede que tome el consejo. Pero un mero aparecido... no.

Pasada la rabia, tue que enfrentarme a otra rabia del porte de un buque el día sábado.

Ese día mi hermana había reservado la sala de eventos del edificio donde vive para celebrarle el cumpleaños a los dos niños. Se había preparado por meses para ese día. Me llamó cerca del medio día, llorando porque le habían quitado la sala de eventos y no sabía qué hacer.

Así que Super Pilar tuvo que salir al rescate.

Mientras manejaba hacía el departamento iba juntando la rabia de la noche anterior con lo que le había pasado a mi hermana; así que, cuando llegé, era un polvorín a punto de estallar... estaba icluso dispuesta a llamar a la guardia nacional, a la presidenta, hasta el papa con tal de hacer valer los derechos de la Paulina.

Como saben, yo soy una dama, y como tal, no alcé la voz , bueno, un poquitito, sólo lo suficiente. Pero exigí la presencia del administrador, me declaré representante legal de mi herana. Dije que no me movían de ahí hasta que no se diera una solución satisfactoria para ella y, si era necesario, dejaba una constancia en Carabineros y me acogía a la Ley de Copropietarios, debidamente inscrita en el Conservador de Bienes Raíces, y le metía juicio a la administración del edificio.

En fin, el administrador, que hasta ese momento no se había querido aparecer, no tuvo más remedio que dejar lo que estaba haciendo en su casa y presentarse en el edificio.

El final de cuentos, el cumpleaños de los niños se hizo en mi casa, trasladamos a los invitados, la comida y todo para allá. A las 6 de la tarde yo no había podido descansar nada, tomando en cuenta que había llegado como a las 3 de la mañana y que, más encima, me había levantado a las 8 de la mañana. Tenía un olor a "macho" imposible. Me dí una ducha rápida y alcancé justo a estar medianamente decente para los invitados.

No sé qué hora sería cuando encendí la parrilla y comencé a preparar las hamburgesas. Sólo sé que como a la 1 de la mañana yo seguía haciendo hamburguesas y que no valía un centavo porque no sentía los pies del dolor, veía nublado porque mis ojos no daban más, a esa hora dejé de ver el reloj y no tengo la más mínima idea a qué hora terminó todo.

Pero el esfuerzo valió la pena porque los niños estaban felices con todos sus regalos y todos lo pasaron muy bien. Obvio que el domingo no moví ni un solo músculo, estuve tirada en la cama y dormí, dormí y dormí.

Este fin de semana fue mucho más tranquilo. No hice nada. Sin embargo, ayer por la tarde me dió un bajón tan grande, que aún no se me pasa.

La cuestión es super simple: una vez más ví lo sola que estoy y me dí cuenta que debo comenzar a acostumbrarme a salir sola y no a buscar compañía. Ustedes dirán que como se me ocurre, pero es super fácil: tomando en cuenta que mis mejores amigas tienen pareja y que poco tiempo les queda para compartirlo conmigo, tomando en cuenta también que la Isa pronto no va a querer salir conmigo y va a preferir hacer otras cosas. Es dificil salir sola, a mi no me gusta mucho que digamos, pero es algo a lo que me voy a tener que acostumbrar.

Comentarios

Anónimo dijo…
Bueno, dicen que primero que tener a los demas, te tienes a ti misma y por ello, debes acostumbrarte a disfrutar estando sola...sé que suena raro decirlo, pero si disfrutas tu soledad, tambien sabrás disfrutar la compañia sin sobreestimarla.

Saludos y gracias por visitarme!

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