Esperando un milagro
No soporto la espera y lamentablemente, en esta vida hay que esperar demasiado.
Esta semana comenzó mal como todos ustedes sabes; pero no me duró mucho, el mismo lunes un mensaje de texto en mi teléfono móvil hizo que se me pintara una sonrisa en la cara que no desapareció en toda la semana.
Y eso que fue una semana bien movida en lo que a trabajo se refiere.
Mister Right me envió un mensaje de texto pidiéndome mi correo y dándome el suyo. Ni se imaginan la alegría que me dio. Eso sí, sin antes pasar por un pequeño “prejuicio” de esos prejuicios tontos que tengo yo y que me hacen dudar en algún momento: tiene apellido indígena… se me pararon los pelos de todo el cuerpo cuando me dí cuenta de ello, pero no alcanzaron a pasar ni 5 minutos cuando entré en razón: ¿qué importa el apellido si a mí me gusta él?
Pero como siempre, no dudé en llamar a la Moira…
Yo “Moira, tu sabes que yo soy prejuiciosa… tiene apellido mapuche”
Moira “¿Y qué? Mi abuela también es mapuche”
Yo “Sí, pero tu no llevas el apellido indígena de tu abuela, en todo caso, la verdad, no me importa”
Moira “Eres muy prejuiciosa… Ya loca, tengo que trabajar, uno de estos días me invitas a tu casa a comer sopaipillas con merquén”
Yo “Te odio”
Bueno, después de ese primer acercamiento como del tercer tipo, siguió una semana con una comunicación más fluida entre ambos lo que me hizo muy feliz.
El problema es cuando llega el fin de semana y no hay ninguna llamada del susodicho y yo comienzo a desesperarme. Porque no me atrevo a ser yo la que llame siempre por temor a asfixiarlo demasiado.
Ok, está bien, ya sé que no lo llamo nunca, a lo mejor debiera hacerlo más seguido. Pero no soy buena para hablar por teléfono; además, me carga dejar mensajes en la contestadora porque uno se oye tan falsa.
“Aló? Hola, es la Pily (eso ya es tonto porque queda registrado mi número con mi nombre en su teléfono) llamaba para saber como estabas (¿y para qué otra cosa más iba a llamar?)”
Después me quedo pensando en todo lo que podría haber dicho, todo lo que podría decir, las veces que podría volver a llamar y dejar otro tipo de mensajes, la música de fondo a mi voz… ¡Son tantos detalles! No sé para qué inventaron el buzón de voz, si con las llamadas perdidas es más que suficiente.
Bueno, en resumen y como ya se dieron cuenta, además de varios correos durante la semana, el resto de comunicación fue igual a cero.
Y este viernes se supone que se van a juntar varios amigos, entre ellos él, porque llega no sé quién de Australia. Me muero de ganas de ir, pero no conozco al individuo que viene y la Cata dijo que no iba, por lo tanto, tendré que quedarme soñando sola en mi casa con estar a su lado. Bien, super entretenido…
Pero aún nos quedan unos cuantos días, a lo mejor ocurre un milagro y me pide que lo acompañe. Se me ponen todos a rezar un rosario para que el milagro suceda.
Esta semana comenzó mal como todos ustedes sabes; pero no me duró mucho, el mismo lunes un mensaje de texto en mi teléfono móvil hizo que se me pintara una sonrisa en la cara que no desapareció en toda la semana.
Y eso que fue una semana bien movida en lo que a trabajo se refiere.
Mister Right me envió un mensaje de texto pidiéndome mi correo y dándome el suyo. Ni se imaginan la alegría que me dio. Eso sí, sin antes pasar por un pequeño “prejuicio” de esos prejuicios tontos que tengo yo y que me hacen dudar en algún momento: tiene apellido indígena… se me pararon los pelos de todo el cuerpo cuando me dí cuenta de ello, pero no alcanzaron a pasar ni 5 minutos cuando entré en razón: ¿qué importa el apellido si a mí me gusta él?
Pero como siempre, no dudé en llamar a la Moira…
Yo “Moira, tu sabes que yo soy prejuiciosa… tiene apellido mapuche”
Moira “¿Y qué? Mi abuela también es mapuche”
Yo “Sí, pero tu no llevas el apellido indígena de tu abuela, en todo caso, la verdad, no me importa”
Moira “Eres muy prejuiciosa… Ya loca, tengo que trabajar, uno de estos días me invitas a tu casa a comer sopaipillas con merquén”
Yo “Te odio”
Bueno, después de ese primer acercamiento como del tercer tipo, siguió una semana con una comunicación más fluida entre ambos lo que me hizo muy feliz.
El problema es cuando llega el fin de semana y no hay ninguna llamada del susodicho y yo comienzo a desesperarme. Porque no me atrevo a ser yo la que llame siempre por temor a asfixiarlo demasiado.
Ok, está bien, ya sé que no lo llamo nunca, a lo mejor debiera hacerlo más seguido. Pero no soy buena para hablar por teléfono; además, me carga dejar mensajes en la contestadora porque uno se oye tan falsa.
“Aló? Hola, es la Pily (eso ya es tonto porque queda registrado mi número con mi nombre en su teléfono) llamaba para saber como estabas (¿y para qué otra cosa más iba a llamar?)”
Después me quedo pensando en todo lo que podría haber dicho, todo lo que podría decir, las veces que podría volver a llamar y dejar otro tipo de mensajes, la música de fondo a mi voz… ¡Son tantos detalles! No sé para qué inventaron el buzón de voz, si con las llamadas perdidas es más que suficiente.
Bueno, en resumen y como ya se dieron cuenta, además de varios correos durante la semana, el resto de comunicación fue igual a cero.
Y este viernes se supone que se van a juntar varios amigos, entre ellos él, porque llega no sé quién de Australia. Me muero de ganas de ir, pero no conozco al individuo que viene y la Cata dijo que no iba, por lo tanto, tendré que quedarme soñando sola en mi casa con estar a su lado. Bien, super entretenido…
Pero aún nos quedan unos cuantos días, a lo mejor ocurre un milagro y me pide que lo acompañe. Se me ponen todos a rezar un rosario para que el milagro suceda.
Comentarios
Si maoma no va a la montaña, la montaña va a maoma...
Saludos y mucha suerte!