Reencuentro
En mi vida he hecho muchas cosas locas. A veces comienzo una aventura y la dejo a la mitad, otras veces llego hasta el final sin importar las consecuencias.
Pero esta vez mi aventura llegó a puerto y a un muy buen puerto…
Recordarán que en octubre fui al encuentro de exalumnas de mi colegio al que, en principio, no estaba ni al medio en asistir si no hubiese sido por la llamada de la Sole. Bueno, ese día se nos ocurrió que podríamos juntarnos fuera del colegio ya que las monjas no nos dejaron hablar mucho que digamos.
Así, como si fuese la cosa más simple del mundo, comenzó a gestarse algo grande de lo que ya les había comentado en mi post anterior.
El gran encuentro fue el viernes y debo decirles que la última semana casi no dormí preparando souvenir para ese día, preocupada en el lugar donde tendríamos el encuentro porque los restaurantes y pubs no nos querían recibir por el número de personas.
Sí, por el número… algo que en principio no superaba las 15 personas terminó con 43 comensales. Increíble, no? Y eso que faltaron algunas y otras no pudieron asistir porque están fuera de Santiago o de Chile.
La cantidad de emociones que tenía pegadas en la garganta me impidieron terminar de leer las cartas de algunas compañeras ausentes que me enviaron para darlas a conocer esa noche. En más de una ocasión se me cayeron las lágrimas de felicidad al verlas otra vez parloteando felices de la vida, como si el tiempo se hubiese detenido y no hubiesen pasado 19 años, apenas uno o dos por nuestras vidas.
¡Cuántas penas y alegrías buscaban ser escuchadas por aquellas a quienes pensábamos nunca más ver!
Me sentí enormemente orgullosa, mi corazón estaba inmenso y apenas me cabía en el pecho. Todas las noches acostándome bien pasada la media noche y levantándome antes de las 6 de la mañana valieron la pena y lo volvería hacer mañana mismo si me lo volvieran a pedir.
Es que verlas así, otra vez niñas, olvidándose de los maridos, de los hijos, del día a día, de los problemas cotidianos, reencontrándose no solo con sus amigas del alma, sino con sus raíces. Fue hermoso.
Llegué a mi casa pasadas las 4 de la madrugada, más bien no tengo idea a qué hora llegué porque no me dio ni para eso, caí en un sueño profundo del que me levanté a las 08:30 como si nada, para volver a dormir toda la tarde… sólo me levanté para tomar once y volver a dormir.
Esta mañana por primera vez desde el viernes miré mi celular ¿Se pueden imaginar que justo el sábado por la noche Mister Right me dejó una llamada perdida y un mensaje de texto en el que me decía que quería verme?
Estas cosas me pasan sólo a mí…
No podía ser otro día, tenía que ser el único día de 365 en el que se me ocurre dormir a pata suelta y no saber ni de mi culo para que el Señor tenga la amabilidad de llamar y solicitar una cita conmigo.
¡Qué me lleve el mismísimo demonio!
Ahora voy a tener que hacer esfuerzo extra para que no esté enojado porque no le contesté ni le devolví el mensaje…
Pero esta vez mi aventura llegó a puerto y a un muy buen puerto…
Recordarán que en octubre fui al encuentro de exalumnas de mi colegio al que, en principio, no estaba ni al medio en asistir si no hubiese sido por la llamada de la Sole. Bueno, ese día se nos ocurrió que podríamos juntarnos fuera del colegio ya que las monjas no nos dejaron hablar mucho que digamos.
Así, como si fuese la cosa más simple del mundo, comenzó a gestarse algo grande de lo que ya les había comentado en mi post anterior.
El gran encuentro fue el viernes y debo decirles que la última semana casi no dormí preparando souvenir para ese día, preocupada en el lugar donde tendríamos el encuentro porque los restaurantes y pubs no nos querían recibir por el número de personas.
Sí, por el número… algo que en principio no superaba las 15 personas terminó con 43 comensales. Increíble, no? Y eso que faltaron algunas y otras no pudieron asistir porque están fuera de Santiago o de Chile.
La cantidad de emociones que tenía pegadas en la garganta me impidieron terminar de leer las cartas de algunas compañeras ausentes que me enviaron para darlas a conocer esa noche. En más de una ocasión se me cayeron las lágrimas de felicidad al verlas otra vez parloteando felices de la vida, como si el tiempo se hubiese detenido y no hubiesen pasado 19 años, apenas uno o dos por nuestras vidas.
¡Cuántas penas y alegrías buscaban ser escuchadas por aquellas a quienes pensábamos nunca más ver!
Me sentí enormemente orgullosa, mi corazón estaba inmenso y apenas me cabía en el pecho. Todas las noches acostándome bien pasada la media noche y levantándome antes de las 6 de la mañana valieron la pena y lo volvería hacer mañana mismo si me lo volvieran a pedir.
Es que verlas así, otra vez niñas, olvidándose de los maridos, de los hijos, del día a día, de los problemas cotidianos, reencontrándose no solo con sus amigas del alma, sino con sus raíces. Fue hermoso.
Llegué a mi casa pasadas las 4 de la madrugada, más bien no tengo idea a qué hora llegué porque no me dio ni para eso, caí en un sueño profundo del que me levanté a las 08:30 como si nada, para volver a dormir toda la tarde… sólo me levanté para tomar once y volver a dormir.
Esta mañana por primera vez desde el viernes miré mi celular ¿Se pueden imaginar que justo el sábado por la noche Mister Right me dejó una llamada perdida y un mensaje de texto en el que me decía que quería verme?
Estas cosas me pasan sólo a mí…
No podía ser otro día, tenía que ser el único día de 365 en el que se me ocurre dormir a pata suelta y no saber ni de mi culo para que el Señor tenga la amabilidad de llamar y solicitar una cita conmigo.
¡Qué me lleve el mismísimo demonio!
Ahora voy a tener que hacer esfuerzo extra para que no esté enojado porque no le contesté ni le devolví el mensaje…
Comentarios
Por otro lado, igual hazte la interesante con el famoso mister... así lo vas dejando con mas ganas... jajajajaja
Saludines!